El libro de la almohada



En la lejanísima Edad Media japonesa, allá por el siglo X, las damas de la corte escribían en pliegos sueltos breves notas sobre su vida de cada día, sus gustos, cotilleos, poesías, anécdotas… Estas notas tenían un uso personal, y acostumbraban a ser guardadas en los cajones de la pequeña cajita de madera lacada que hacía las funciones de almohada, por eso se les conoce como “libros de almohada”. De los que nos han llegado, el más famoso es el de Sei Shônagon, que en su tiempo circuló de mano en mano y llegó a ser célebre, copiándose a menudo.


No es fácil acceder a los pensamientos de una persona tan lejana en el tiempo y de una cultura tan diferente, con una vida para nosotros inimaginable, pero estos apuntes están hechos de una manera tan personal, tan cotidiana y a veces caprichosa, que por momentos llegan a producir una sensación de proximidad sorprendente. Esta dama debía aburrirse mucho, y su vida está llena de trivialidades que a mis ojos se ven insufribles. Pendiente de la moda, de los mínimos gestos de las gentes de palacio, de ceremonias pomposas, parece nunca cansarse de apreciar el lujo y la etiqueta. Monasterios y monjes están siempre presentes, pero las enseñanzas de desapego budistas brillan por su ausencia. El esnobismo de la autora, completamente atrapada en el sistema de clases, llega a extremos divertidísimos, como cuando en su lista de cosas inconvenientes incluye “nieve sobre los tejados de la plebe [¡!]. Esto es especialmente desagradable cuando brilla la luna”. Shônagon consideraba que la nieve sólo debía brillar sobre los tejados de gente culta, que pudiera apreciar su belleza y componerle poemas. Este carácter con un punto de cinismo aparece de vez en cuando de forma muy graciosa: después de un emotivo párrafo sobre pájaros cantores y cómo se emociona oyendo su melancólico canto en la noche, concluye: “No necesito decir más sobre mis sentimientos por este pájaro. Y no es sólo al hototogisu al que amo; todo lo que llora de noche me deleita, excepto los bebés”.


De todas formas, encuentro encantadoras y muy poéticas sus listas de árboles, pájaros, insectos, flores, cosas placenteras, cosas dignas de verse, momentos del día favoritos, colores que mejor combinan… Se encuentran reflexiones que poca gente tiene oportunidad de hacer. El principio es digno de recordarse:


"En primavera, el amanecer. Cuando al insinuarse la luz sobre las colinas, los contornos se tiñen de un pálido rojo y purpúreos jirones flotan sobre las cimas.


En verano, las noches. No sólo las de luna brillante sino también las oscuras, cuando las luciérnagas revolotean, y aún las de lluvia, tan bellas.


En otoño, el atardecer. Cuando el sol resplandeciente se hunde cerca de la ladera de las colinas y los cuervos cruzan el cielo en grupos de tres o cuatro o de a dos, de vuelta de sus nidos; o las garzas en bandada se dispersan en el cielo distante. Cuando se oculta el sol, el corazón se conmueve con el sonido del viento y el zumbido de los insectos.


En invierno, las mañanas. Por cierto bellas cuando ha caído nieve durante la noche, pero espléndidas también cuando el suelo está blanco por la escarcha; y cuando no hay nieve ni escarcha y sólo hace mucho frío y las criadas corren de una habitación a otra atizando el fuego y cargando carbón, ¡qué bien se corresponde la escena con la índole de la estación! Pero al mediodía nadie se molesta por tener los braseros encendidos y pronto sólo hay pilas de ceniza blanca".
-El libro de la almohada, Sei Shônagon. Adriana Hidalgo Editora. El otro lado/La lengua/Clásicos, 2004.
-Ilustraciones de Uemura Shôen (1875-1949)

Comentarios

Jan ha dicho que…
hiniare, el cineasta británico Peter Greenaway dirigió la película "The Pillow Book" inspirada en la tradición japonesa motivo de tu entrada así como en otra tradición nipona, la del tatuaje. Precisamente ahora estaba buscando cosas relacionadas con el Makura no Soshi ("El libro de la almohada") y mira por donde llegué aquí. Te dejo el enlace de Wikipedia sobre el interesante film:

http://es.wikipedia.org/wiki/The_Pillow_Book
hiniare ha dicho que…
Como dice el sabio refrán, arrieros somos…

Recuerdo cuando se estrenó la película, pero no la he visto, es que Greenaway no me entusiasma demasiado… ¿Realmente tiene mucha relación con el libro de Sei Shonagon? Ahora me hace recordar que en la novela “El abanico de seda” de Lisa See, las dos protagonistas juegan en la cama a escribirse mensajes sobre la piel, pero sólo con los dedos. Era algo especial porque usaban su escritura secreta, el nu-shu (http://lamanoblancadelaluna.blogspot.com.es/2011/03/nu-shu-las-mujeres-escriben.html). Parece ser que la caligrafía oriental tiene muchas posibilidades…

El libro me gustó por ese contraste que comento entre algo tan distante y tan cercano (en el tiempo y en los sentimientos). Si vas a escribir sobre él, me interesará leerlo. Nos vemos,
h.
Jan ha dicho que…
Yo ví la película cuando se estrenó hace ya unos años, por lo que conservo un recuerdo vago. Tampoco soy un entusiasta de Greenaway, pero creo que hizo cosas interesantes en su momento. Supongo que para esta película se sirvió de varias fuentes, y entre ellas, de la obra de Sei Shonagon, sobre la que, según indica en Wikipedia, hacia la mitad de la película se hace una cita de ella:

"Dos cosas no nos han de faltar: las delicias de la carne y las delicias de la literatura".

El llegar aquí fue de forma indirecta, al buscar información sobre "The Pillow Book", pues tenía en el recuerdo que los amantes protagonistas se tatuaban la piel (?), siendo este el tema sobre el que ahora voy a publicar, el de la tradición tatuística japonesa. Dí con ese artículo de la Wiki, que no me sirvió de gran ayuda para lo que yo buscaba, pero me hizo descubrir a Sei Shonagon que despertó mi interés, encontrando después el artículo con tu interesante reflexión.

Y sí, arrieros somos...
hiniare ha dicho que…
Pues evidentemente no recuerdo esa cita, pero no me sorprende: Sonagon habla mucho sobre los amantes que recibía en sus aposentos, como todas las demás. Era costumbre que tras volver a su casa por la mañana, el hombre enviara un poema a la mujer: la calidad del papel y el arte con que estaba hecho el lazo de seda que lo ataba indicaban también lo que había significado esa noche. Sonagon se queja a veces de que algunos amantes se olvidan de hacerlo y se siente muy ofendida. El libro es un encanto, lo recomiendo de veras, aunque no encontrarás nada sobre tatuajes en él, claro. No sé si se nota pero la cultura japonesa es otra de mis pasiones.